domingo, 21 de septiembre de 2008

OH MY GOD EN PEIBOLSTER CINEMA


Desde la octava colina...

Oh, my God

Oh, my God, de Luís Calderón.

Agradable corto en el que se dan cita unos interesantes diálogos entre varias parejas de muchachos acerca de la existencia o no de Dios. Gracias a esta premisa, el film se atreve, dentro de las limitaciones del medio, a poner en duda la existencia de Dios desde el punto de vista de unos muchachos jóvenes que están empezando a vivir, sin andarse con demasiados tapujos... Es ese descaro y esa saludable falta de vergüenza lo mejor del film.

A través de una serie de secuencias que muestran escenas cotidianas para los chicos, se van introduciendo numerosas ideas mediante diálogos sangrantes que se atreven hasta con los gobiernos más criticables. A pesar de la obviedad de algunos de sus planteamientos, Oh, my God, es un curioso ejercicio independiente rodado de una manera más que competente, algo a tener en cuenta dado su innato amateurismo.

En cuanto a las interpretaciones, algunas son mejores que otras, pero tienen la virtud de ser extremadamente simpáticas y entrañables, y hacen que conectemos enseguida con los personajes, si además consideramos como nuestros muchos de los planteamientos y cacaos mentales en los que indaga la película. Algo que beneficia mucho a la historia son los más que curiosos planos de los que hace gala el film, algunos realmente imaginativos, aunque cierto es que en determinados momentos la alternancia de los mismos trae consigo que algunos se muestren desenfocados, pero serían detalles mínimos que no restan calidad a este entretenido, divertido e ingenioso corto.

En cuanto a la banda sonora, está muy acorde con el título del film.
En resumidas cuentas, Oh, my God es un competente ejercicio amateur, divertido y convincente en sus planteamientos, aunque quizás el guión no haya explotado al máximo la premisa inicial y deje con ganas de más. Lo que sí puedo añadir muy a su favor es que, por si fuera poco, hasta se le puede apreciar cierta estructura cíclica gracias a un grotesco final que deja en el aire la respuesta a la pregunta que abre el film.

Un más que merecido 6,5 para este soplo de frescura. A seguir así.

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